REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
Al inicio de su pontificado habló de no tenerle miedo a la
ternura. Y antes y después insistió en la necesidad de salir a las periferias
existenciales, como en la misa crismal de la mañana del jueves con los
sacerdotes en el santuario de san Pedro.
Coherente con su propia invitación salió por la tarde hasta
la cárcel de menores de Casal de Marmo, para celebrar con ellos la Cena de
Jesús.
Cuando explicó a los menores internos el significado de lo
que Jesús quiere enseñar a sus discípulos cuando les lava los pies en la última
cena, Francisco les dijo: “¿Que significa esto? Que tenemos que ayudarnos uno a
otro… Me enojé con uno o con otra, pero dejo que pase. Olvídalo. Y si te pide
un favor, se lo haces… Esto lo hago yo ahora. Me gusta hacerlo porque así me lo
ha enseñado Jesús…”.
Es claro ya que se trata de un magisterio del gesto, del
salir al encuentro del otro en las periferias existenciales. Este magisterio se
podría sintetizar así: Jesús me enseña esto y por eso yo lo hago de corazón. Es
un magisterio con palabras sencillas y claras, que se reafirma, ratifica,
confirma, explica con el testimonio personal, con el gesto de ternura, con la
caricia de amor, de servicio de Francisco.
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