por Maricruz Tasies
Categorías : Itinerario de fe, Celebrando la vida, Una,
santa, católica y apostólica
A quién se le ocurriría celebrar la pasión y muerte de su
líder pero a quién también se le ocurriría llamar “hogar” al dolor y al
sufrimiento y a la muerte “salvación"?
Por supuesto que es de locos y lo seguirá siendo mientras en
el Calvario tantos hallemos nuestra “tienda” [1]
No lo había comprendido de esta forma hasta el último mes
acompañando a mi padre en el hospital: es en el dolor y en el sufrimiento donde
–por gracia- Cristo nos une a sí mismo. Ahí es donde le vemos cara a cara y
desde donde no solo el rostro de quienes sufren se transforma en el rostro del
Crucificado sino nuestro corazón sufriente en el Suyo.
De ahí es que quedamos habilitados para ser misericordiosos.
Desde toda perspectiva el Viernes Santo es la mayor escuela
de la vida.
De ahí que les digo a aquellos tradicionalistas que sufren
porque el Papa no es ni hace lo que esperan que aprovechen este su pontificado
el que -de seguro- para ustedes será un prolongado Gólgota.
Esto se los digo no solo porque me preocupa que estén
renegando del Espíritu Santo sino porque si, como rechazan este tiempo de
redención, hubiese rechazado el sufrimiento de mi padre y el mío propio, no
estaría en posibilidad de advertirles el tremendo desperdicio para su
crecimiento en la virtud de la fe, la esperanza y la caridad que sería el que
continuaran rechazando al Papa.
Mueran. Mueran a su idea acerca de lo que debería querer el
Espíritu Santo.
Mueran en Cristo a sí mismos en este tiempo.
Prueben. Prueben que son tan cristianos como aseguran y con
sus acciones demuestren que están tan locos como se que están.
Pruébenlo para que eviten auto-excluirse de la comunión de
la Iglesia por estar aferrados más que la Cruz al canon y a las rúbricas ya que
éstos no fueron ni serán siempre los
mismos en cambio lo que les ofrece Cristo en el Viernes Santo es verdadera vida
que permanece para siempre.
“¡Oh, Jesús! ¿Dónde
van a descansar nuestras miradas si no es en tu rostro ensangrentado? ¿Dónde va
a saciarse nuestra sed si no es en la fuente que mana agua y sangre de tu pecho?
¿Dónde encontraremos refugio que nos ponga a salvo de nuestros enemigos, si no
es en las cinco grutas de tus sagradas llagas? No permitas, Señor, que
busquemos otro hogar aquí en la Tierra lejos de tu Cruz, porque sólo allí donde
Tú estás puede el hombre decir “hogar”. Y así será este hogar, el Calvario,
nuestra tienda, hasta que la peregrinación termine y de allí pasemos al Hogar
del Cielo, donde no habrá dolor, ni luto, ni llanto, ni muerte. Pero, entre
tanto, Dios nos libre de apartar nuestros ojos de este sagrado Gólgota. ¡Oh,
Jesús!”
[1] ¡Oh, Jesús!, padre José-Fernando Rey Ballesteros
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